“Argentina, un país donde se podía establecer, trabajar y crecer”

En el año 1938 los abuelos Arsenio y Horip vinieron a la Argentina junto con sus hijos Jacobo y Narciso, también venía con ellos en el barco la mamá de Horip.

La abuela venía embarazada de mi papá Martin, quien nació en Buenos Aires en febrero de 1939. En la Argentina ya se encontraban los hermanos de mi abuela junto con sus esposas e hijos, que llevaban unos años establecidos en Buenos Aires.

Los abuelos se fueron de Siria dejando una tierra que amaban, pero, después que los turcos invadieran su tierra que la que tan lindos recuerdos habían tenido, pero, ya solo les quedaba tristeza y dolor. Estaban iniciando una nueva vida y Argentina era una tierra prospera, donde se podía trabajar, crecer y tener una vida de paz donde se aspiraba a un buen futuro.

Mi abuelo trabajaba en la preparación y clasificación de las tripas, las que vendía listas para la preparación de los embutidos.

El mejor lugar donde se podía encontraba la materia prima era en la Patagonia, ya que allí habían una gran cantidad de estancias, es por eso que se radicaron en la ciudad de Comodoro Rivadavia con este emprendimiento familiar.

En el año 1957 con el objetivo de extender su negocio pensaron en Tierra del Fuego, para continuar con este proyecto de trabajo familiar, y se instalaron en Río Grande; en un principio vinieron el abuelo Arsenio y Jacobo su hijo mayo, para ver cómo era el pueblo y compra un terreno para radicarse ya definitivamente. Para aquel entonces papá, al conocer a mi mamá y quiso venir a trabajar a Tierra del Fuego en el año 1963, donde llegaron para establecerse  y conformar una familia.

Era como un inicio, ya que Río Grande era un lugar pequeño aunque sacrificado, en ese tiempo vivían donde terminaba la Av. Belgrano a la altura de Perón, pero, se llegaba a través de una huella, la cual se complicaba en invierno, aunque poseían una camioneta Ford doble tracción la cual ayudaba a transitar ese tipo de camino.

Martin y Elida: Martín y Elida en la estancia Viamonte.

En sus salidas por las estancias para la compra de tripas, fue haciéndose de conocidos, y es así cómo se hicieron amigos de la familia Hernández, quienes trabajaban en la estancia Viamonte; era por ello que los domingos se iban hasta la estancia a visitarlos y ellos hacían lo mismo cuando venían al pueblo.

Mis abuelos Horip Tcharian y Arsenio Boyadjián tuvieron a sus cuatro hijos: Jacobo, Narciso (nacidos en Damasco), Martín y Manuel; siendo este último quien sigue hasta el día de hoy con el trabajo de tripería.

Mientras que mi mamá Elida del Carmen Cárdenas, es hija de Margarita y José, era oriunda de Coyahique (Chile). De la unión de Elida Cárdenas y Martín Boyadjián nacieron Ana, Miriam, Graciela, Cristina y Estela.

Elida se enamoró de Río Grande, su lugar deseado

Elida era una de los ocho hermanos, pero que al quedar huérfana estuvo al cuidado de su hermana Pety, como era una época difícil y ella muy pequeña , así pronto llegó Comodoro Rivadavia, donde transito su niñez y adolescencia . A los 17 años conoce a Martín y al tiempo viajan juntos a Río Grande ya para establecerse.

En el año 1972 estuvimos viviendo un año en Comodoro Rivadavia por el negocio, y también poder compartir un poco con los abuelos, aunque para Elida fue difícil, por lo que significaba Río Grande y lo mucho que extrañaba, es por ello, que decidieron volver a Río Grande.

Ellos se congregaron en la Iglesia Evangélica Bautista y fue donde encontramos a nuestra familia, allí encontrábamos a nuestros tíos, la familia que nos acobijo como hermanos, “Quico” Díaz y familia, como así también la familia Calisto, entre otras.

Cuando la Iglesia se quedó sin pastor, mi papá terminó haciéndose cargo de la obra de la Iglesia, con dos hermanos más. Para ellos la Iglesia era todo, y a nosotras nos formaron en esa misma fe; que aprendamos a conocer verdaderamente de quien es Dios para cada una de nuestras vidas y guiarnos.

Papá siempre se sostuvo en Dios, a pesar de los difíciles momentos vividos. Cuando se nos quema la casa, éramos cinco hijas, y fue volver a empezar de nuevo, donde con la fe salimos adelante nuevamente.

Mientras él arregló el garaje que estaba atrás de la casa, la cual acondicionó como vivienda en la cual vivimos posteriormente, pero, mientras se colocaba en condiciones, nos fuimos a vivir a la casa pastoral.

Después con mucho sacrificio construyeron la casa donde actualmente vive mi mamá, en Alberdi, frente al canal de televisión.

En el 2000 se enfermó mi papá, tuvo linfoma cancerígeno, en lo que se fueron a Buenos Aires a tratar la enfermedad así lo llevó durante 15 años; que si bien había tiempos buenos, habían momentos que cuando se despertaba el cáncer, había que volver al tratamiento.

Después de su aniversario de 50 años, en agosto, nos enteramos que le había despertado de nuevo el cáncer, pero ahora en la cabeza, y cuando los médicos dieron a elegir, él decidió entonces, sin pensar “calidad” en sus últimos días. Los profesionales nos dijeron que disfrutemos el tiempo que le quedaba, y así lo hicimos. Cuando volvimos a Río Grande nos quedamos todas cuidándolo, y el 15 de septiembre de 2014 falleció a un mes de su aniversario.

Carta escrita por Martín Boyadjián por sus Bodas de Oro (19/10/2013)

Corrían mediados del año 1963 y conocí a Elida. La conocí en su lugar de trabajo y quedé impactado por su belleza y trato cariñoso, luego me animé a invitarla a salir a lo que accedió y así empezamos a conocernos y al poco tiempo me di cuenta que estábamos enamorados el uno del otro, esto ocurrió en Comodoro Rivadavia. Un tiempo después me salió una propuesta de trabajo en Río Grande y le pregunté si estará dispuesta a seguirme y me dijo que sí, y así unimos nuestras vidas para siempre. Formamos un hogar humilde pero lleno de felicidad, empezamos a tener amigos, Claudio Boyadjián fue uno de los primeros, también empezamos a concurrir a la Iglesia Bautista donde nos recibieron con mucho afecto y Elida quedó muy impresionada, especialmente del cariño e interés de la Misionera Carmen del Almada a cargo de la Iglesia.

Por mi relación comercial y siendo Río Grande una ciudad chica pronto también nos hicimos conocidos de mucha gente e hicimos lindas amistades, al correr de los años fueron llegando las hijas, Ana, Miriam y Graciela, y la necesidad de una nueva casa se hizo indispensable, y con la ayuda de Dios y de mi familia compramos un terreno y con mucho sacrificio logramos construir nuestra casa en la calle Alberdi frente al Canal 13 de TV “al estilo californiano”.

Corría el año 1976, ya éramos padres de cinco hijas y Dios nos había prosperado y aparte de cambiar la camioneta, una Dodge, teníamos un “Fitito”, pero en mayo llegó la desgracia de que se nos quemó la casa, quedamos con la ropa puesta y pudimos salvar los vehículos y un galponcito al fondo. Mucha gente de la comunidad nos ayudó, y ese galponcito lo convertimos en una vivienda empezando de cero, la desgracia nos unió más y hombro a hombro trabajamos redobladamente y gracias a Dios pudimos salir adelante, y a través de los años, Dios nos dio mucho más de lo que perdimos. Criamos a nuestras hijas con buenos principios y hoy estamos orgullosos de que son personas de bien y pudieron formar sus propias familias, alegrándonos con 17 nietos, aunque dos se los llevó el Señor y también a dos yernos, los que fueron las pruebas más duras de la vida, junto a mi enfermedad de cáncer que me atacó el año 2001, contra la cual tuve que vallar y Elida siempre estuvo a mi lado, y toda la familia y amigos alentándome y por la misericordia de Dios estoy vivo aquí y agradezco con todo mi corazón.

En el año 2010 tuve una recaída y cuando me hicieron la primera quicio, en mi noche de dolor e insomnio dije “de ésta no salgo” y clamé a Dios y abrí la Biblia y justo en un pasaje de Isaías, como que Dios me habló en Él me iba a sanar “y dar vigor a mis huesos” y justo me dolían los huesos de las piernas hasta los tuétanos en ese momento lo sentí tan real su presencia.

En fin en las buenas y en las malas, siempre estuvimos juntos y aprendimos a tolerarnos los defectos y a veces con solo mirarnos nos adivinamos los pensamientos, y hay un lazo muy fuerte que nos une y es el amor de Dios y no podríamos vivir el uno sin el otro.

Publicado en Ráfagas Patagónicas 2022.

error:
Scroll al inicio