Los lazos que el destino va entrecruzando

Por Pamela Barría.- (Gentileza “Cacho” Cobian). Mi madre, Adela Teresa Pacheco, nació un 16 de octubre de 1939 en aquel Río Grande con muy pocos habitantes. Una de las menores de ocho hermanos: Chingolo, Marta, Bernardo, Aida, Rosa, Quico y Lucho; todos han partido ya.

De familia humilde, hija de inmigrante, de padre chileno y madre gallega, quienes llegaron a trabajar en el campo allá por el año ’25 y se establecieron años después en la zona del barrio AGP. Adela supo de chica que aquel que se levantaba primero debía poner leña a encender, romper el hielo en el tambor para sacar el agua, cumplidas las obligaciones matutinas partir a la escuela. Fallecido el padre acompaño Cárcamo la soledad de la Gallega que se dedicaba a tareas domésticas para sostener a su familia.

Su infancia transcurrió feliz en medio de las pocas y muchas cosas que tenía aquel Río Grande. En la Escuela N°2 hizo la primaria, primero en la vieja escuela (actual Muncipalidad) llegando a cursar su último año en el nuevo edificio de Av. San Martín y Av. Belgrano.

Su primer trabajo en La Anónima, seguido por otro en Casa Ibarra, alguna vez Reina del Club San Martín allá por el año ’55 y finalmente se casó con Toto.

“Toto” Cobian había nacido en Puerto San Julián gracias a su padre que era un trtamundos y que los llevó a Ushuaia, Punta Arenas, Trenque Lauquen y el mencionado pueblo de San Julián. Fue uno de 12 hermanos, nacidos a lo largo de la Patagonia chileno-argentina y provincia de Buenos Aires.

Su padre vasco francés, contador, había llegado desde España a Buenos Aires en el año 1910, después de quedar viudo e ingresó al Banco Nación en Trenque Lauquen, trasladado a Ushuaia donde fue el primer tesorero de la nueva sucursal, se casó en el año 1914 con Clara Romero, una de 22 hermanos, nacidos todos en Ushuaia. Clara era la mayor y había nacido en 1896.

“Toto” quedó huérfano de pequeño y los hermanos mayores se hicieron cargo de los menores, él quedó bajo la tutela de Julieta “Leta” Cobian de Di viagio. Vivió un tiempo en Punta Arenas y finalmente a los 11 años, allí por el año ’42 llegó a Río Grande. Su primer trabajo fue en el correo como mensajero para posteriormente, ya con su familia formada, trabaja como mecánico; por el año ’58 fue socio junto con Carlos Herrera, su cuñado, de la agencia Chevrolet sobre Rosales donde estuvo después de la ferretería de Sevillano; fue camionero muchos años y es recordado por aquellos que recorrieron las rutas en esa épocas donde un viaje a Ushuaia o a las estancias y aserraderos eran realmente viajes largos por el estado de las rutas y las condiciones climáticas.

Adela mientras tanto, cuidaba de sus tres hijos: Cacho, Nelson y Marcelo. Realizó múltiples tareas, entre ellas, durante años en la Cooperadora de la Escuela N°2 colaborando con el crecimiento de la institución.

“Toto” se ha ido a los 80 años, esto hace ocho años atrás. Adela nos dejó hace dos años, también en nuestro Río Grande. Se fue recordando las buenas épocas en que todo era una gran familia y donde los suyos, familiares y amigos de a poco se fueron yendo, siendo la última de los hermanos en dejarnos. Mi hermano Nelson la siguió a los pocos meses en Mar del Plata, donde vivía. La familia sigue creciendo con sus nietos y bisnietos.

También está la familia Pacheco, Sánchez, Ibarra por un lado con sobrinos, sobrinos nietos y bisnietos; y por otro los Cobian, Romero, Varas, Pastoriza, y así muchos lazos familiares donde cada encuentro con algún viejo poblador significa un parentesco por algún lado y donde las nuevas y prolíficas generaciones que siguen entrelazando destinos, familias y apellidos.

Publicado en Ráfagas Patagónicas 2022.

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